miércoles, 29 de octubre de 2008

La salud desde la perspectiva de la nutrición ortomolecular

La nutrición ortomolecular es un estilo de vida y un tipo de medicina basado en aportar a cada célula del cuerpo lo que necesita. Como su propio nombre indica se trata al paciente a través de la alimentación y, además, abarca muchas patologías. Probablemente fuera Cala Cervera la pionera en este campo dentro del territorio nacional. Según cuenta, desde pequeña y durante muchos años sufrió ataques de pánico que ni los médicos ni los psiquiatras supieron abordar hasta que finalmente, harta de su situación, decidió investigar por su cuenta métodos de curación. De esta manera comenzó a leer en abundancia libros sobre salud humana hasta que llegó a sus manos información acerca de esta rama del nutricionismo. Ella asegura que tras seguir unas pautas de alimentación específicas consiguió curarse por completo y a día de hoy no ha vuelto a sufrir aquellos angustiosos síntomas. Y es que la nutrición ortomolecular se rige por el conocido principio de "somos lo que comemos" , tanto física como mentalmente. Por eso muchas enfermedades incomprendidas en el entorno médico habitual pueden encontrar la solución en la nutrición ortomolecular que se dedica al minucioso conocimiento de las necesidades del cuerpo humano. Cala Cervera lo experimentó personalmente y decidió, además, estudiar nutricionismo ortomolecular en Londres. A su vuelta, abrió su propia clínica en Barcelona. Ha publicado varios libros; uno de ellos, La nutrición ortomolecular, sintetiza los principios de la especialidad y aborda algunas patologías intestinales como la candidiasis crónica, los parásitos, el síndrome de intestino hiperpermeable e incluso problemas como el estrés, la retención de líquidos la anorexia nerviosa y el hipotiroidismo. Cala Cervera es la mejor referencia, en España, de la nutrición ortomolecular. Para abordar la perspectiva de esta rama médica, me remito única y exclusivamente a su libro.
Aunque la nutrición ortomolecular trata a cada paciente de forma individualizada, rechaza 4 sustancias nocivas fundamentales:

1. El azúcar
2. Los aceites hidrogenados
3. Los productos lácteos
4. El trigo

Tiene gracia (o quizá no) que todos ellos se consuman a mansalva en todo el mundo.

Cala Cervera es contundente en este asunto: "los azúcares son los responsables de la mayoría de nuestros problemas actuales de salud" Y por azúcar entiende todos y cada uno de ellos (azúcar blanco y moreno, miel, fructosa, siropes, glucosa, maltosa, dextrosa y sustancias como la sacarina, el aspartamo etc.) Paradójicamente, seguimos recibiendo la idea de que el azúcar es importante para la salud por cuanto proporciona energía. Se trata de un error conceptual en el que los términos azúcar y glucosa se utilizan como sinónimos.

Es, en realidad, la glucosa de la sangre la que aporta energía. El azúcar no produce más que el efecto contrario: aumenta de forma desproporcionada los niveles de glucosa en sangre lo cual obliga al páncreas a reducirlos drásticamente generando grandes cantidades de insulina hasta producir el llamado "bajón de azúcar". Ya su desafortunado nombre incurre en el error. Aparte del agotamiento, uno de sus conocidos síntomas es la necesidad de ingerir más azúcar lo cual supondría un nuevo incremento, brusco y desproporcionado, de la glucosa repitiéndose el ciclo.

Como la sociedad sigue pautas alimenticias basadas en la ingestión de azúcares, sus niveles de glucosa arrastran una rutina muy poco equilibrada. Imaginemos una dieta normal: por la mañana, el individuo se levanta con unos niveles de glucosa muy bajos tras haber estado aproximadamente ocho horas sin comer. Para enfrentarse al duro día desayuna sus habituales cereales industriales con leche y un zumo de naranja con azúcar añadido, o bien galletas (chocolateadas, integrales, de mantequilla, con mermelada o cacahuetes...) o cualquier tipo de bollería. Inmediatamente sus niveles de glucosa se disparan. A partir de entonces su páncreas trabajará para reducirlos y a la hora de comer habrán vuelto a descender bruscamente. Hasta entonces habrá experimentado la creciente necesidad de ingerir más dosis de azúcar que simplemente identificará con el hambre normal y corriente. A la hora de comer probablemente volverá a disparar su glucosa en sangre con unos alimentos poco saludables y así infinita y sucesivamente. Las consecuencias son:

-Aumento de las grasas de la sangre pudiendo dar lugar a bloqueos de la circulación, gangrena y enfermedades del corazón.

-Crecimiento de las levaduras.

-Depresión de la inmunidad, infecciones.

-Aumento de células anormales.

-Cataratas.

-Oxidación celular y destrucción del tejido.

-Un elevado nivel de insulina favorece la producción de protaglandinas, las cuales perjudican al sistema inmunitario y favorecen la agregación de plaquetas.

- El exceso de glucosa en sangre neutraliza los efectos de los ácidos grasos esenciales Omega 6 y Omega 3, los cuales juegan un importante papel en la prevención y tratamiento del cáncer.

- Las células cancerígenas se alimentan principalmente de la glucosa de la sangre por lo que unos niveles desproporcionados de esta sustancia favorecen el crecimiento del cáncer.

Con una dieta adecuada este desproporcionado ciclo se rompe; la glucosa sigue unos niveles mucho más equilibrados.

En cuanto al punto 2, los aceites hidrogenados, fritos y procesados son totalmente perjudiciales. Se encuentran en la margarina, la comida prefabricada y la bollería. Cualquier aceite de semilla (girasol o maíz) que haya sido frito pasa a formar parte de este grupo de sustancias insalubres. Cala Cervera recomienda el uso exclusivo de aceite de oliva para cocinar y en crudo.

Los productos lácteos son por otro lado los grandes incomprendidos de la sociedad. Si el azúcar se entiende en determinados contextos como bueno, ¡los lácteos se consideran fundamentales en la dieta! Para el nutricionismo ortomolecular nada más lejos de la realidad. En primer lugar, son alimentos muy dados a producir intolerancias, que en muchas personas pasan desapercibidas. Sin embargo, la ingente cantidad de individuos que un buen día desarrollan intolerancia a la lactosa (la más conocida) y que por suerte se les detecta, hace sospechar acerca de las supuestas cualidades saludables de estos alimentos. Se sabe que la proteína de la leche de vaca es difícil de digerir y que también favorece la permeabilidad intestinal. Además, la leche aumenta la mucosidad, taponando el sistema linfático (que ayuda a la desintoxicación), bloqueando la absorción intestinal de nutrientes, impidiendo la digestión de los alimentos y congestionando el sistema respiratorio, lo cual contribuye al desarrollo de infecciones crónicas. Y todo esto, para todos y cada uno de los intestinos. Las personas intolerantes pueden considerarse afortunadas por rechazar de manera más evidente este proceso y, por tanto, poder ponerle remedio.

Cala Cervera recuerda que no todas las sociedades consumen productos lácteos. No lo hace la raza china, ni los indios de Sudamérica ni muchas poblaciones africanas por no tener acceso a ellos y, sin embargo, no se mueren por falta de calcio. La asociación leche-calcio es en la actualidad exageradamente engañosa. Nadie parece conocer otra fuente de este nutriente y, sin embargo, los hay a miles. Transcribo un fragmento del libro de Cala C.

Las investigaciones revelan que nuestros ancestros eran altos y tenían unos huesos y dientes formidables y, en cambio, no disponían de leche d evaca, ni de queso, ni de yogures... ¿Cómo lo hacían? Indudablemente su dieta era rica en calcio y otros minerales indispensables para la salud ósea pero, sobre todo, era nula en sustancias como azúcares, café, refrescos, cereales refinados... sustancias que descalcifican e impiden el buen uso de los minerales en el organismo. Existen muchas fuentes de calcio, más sanas, más absorbibles, y que, paralelamente, contienen también otros minerales que ayudan a fijar el calcio en los huesos. Éstas son, por ejemplo, el pescado, frutos secos, semillas, algas, vegetales de color verde oscuro, algarroba, olivas, huevos...


Por último, ¿qué hay del trigo? Ése sí que es la base alimenticia del planeta en su totalidad. Se consume en el desayuno, en la comida, en la merienda y en la cena en forma de galletas, cereales, bollería, pan, tostadas, harinas, pasta, sopa de fideos, pizzas etc.

Este cereal es un gran irritante del sistema digestivo, ya que es rico en gliadina, una proteína que forma parte del gluten. Su consumo en grandes cantidades puede erosionar la vellosidad intestinal. Este proceso incide enormente en la salud del organismo porque es a través de las vellosidades que digerimos y absorbemos los alimentos. Además supone una fermentación que lleva a sustancias irritantes para la pared intestinal. Ante esta irritación el intestino produce una mucosidad con el fin de lubricar sus paredes. La excesiva mucosidad impide el contacto de los alimentos con la pared intestinal y, por consiguiente, con las enzimas que ayudan en la digestión y absorción. El resultado es la desnutrición celular, además de síntomas como dolor intestinal, diarrea y/o estreñimiento, hinchazón abdominal, fatiga etc.

No obstante, el trigo tiene muchos sustitutivos saludables como la quinoa, el trigo sarraceno, el amaranto, el arroz, el mijo y el maíz. No así el centeno y la avena, que cuentan con la misma naturaleza perjudicial e irritante.

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